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miércoles, 6 de marzo de 2013

SER MUJER EN EL DIA DE LA MUJER ES SER FELIZ DIA A DIA .



Todos los años en que se celebra el día de la mujer, 8 de marzo, solemos escuchar y leer manifestaciones respecto a anhelos y deseos de igualdad de oportunidades y posicionamientos cuantitativos en espacios laborales. No decimos que está mal, pero sí afirmamos que es incompleto si del otro lado la mujer no busca posicionamientos cualitativos de calidad de vida, valores, moral, ética y espiritualidad.

El hablar de la mujer, nos lleva a sitiarnos en comprender el verdadero significado de la humanidad dado que estamos atravesando tiempos en que se pretende prescindir del amor en el desarrollo personal, esto es, de aquel don que nos permite realizarnos plenamente en la totalidad de las capacidades que nos han sido confiadas, de aquel don que edifica, que construye, que exhorta, que corrige, que alimenta, que levanta, que sostiene, que consuela, que comparte, que sirve, que nos lleva a amarnos a nosotras mismas y por ende a alcanzar una auténtica autoestima, que sabe entregarse para el bienestar no solo personal, sino común. Por todo ello, no debemos prescindir de lo cualitativo y quedarnos sólo en análisis cuantitativos, lo cual significa que como mujeres, debemos prepararnos también para recibir una formación personal integral y comunitaria y ponerla en práctica y evidenciar los valores.

Si no somos capaces de comprender esta formación integral, no podremos comprender tampoco la magnitud de la mujer en todas sus dimensiones y en todos los espacios que nos ocupa, ya sea como estudiantes, amas de casa, profesionales, empleadas domésticas, cualquiera sea nuestra condición social, mujer de ciudades o de población rural, puesto que alejadas de esta verdadera visión, solo pretenderemos satisfacer las carencias que el amor nos genere y podríamos correr el riesgo de desviar nuestra identidad y misión con el fin consciente y/o inconsciente de alcanzar una realización personal exclusivamente materialista, tal como lo pregonan algunas mujeres que piensan que ser mujer es alcanzar cosas y niveles económicos – sociales en la vida a costa de lo que sea, regidas por pensamientos carentes de contenido moral, ético y espiritual, marcadas de heridas profundas, que a la larga acarrearán una gran frustración interior por más que en la sociedad exista un reconocimiento por las labores externas realizadas.

La mujer ha sido dotada con una capacidad especial de amar, con un grado de sensibilidad sin igual que abre puertas a una fortaleza interior que constituye un motor vital en el desarrollo de la vida diaria. En este sentido, ser mujer implica alcanzar una identidad integral, es decir, una identidad física, psíquica y espiritual que la hace partícipe de una obra creadora que consiste en ser un pilar para la procreación de la vida, gran misión que la afirma en la maternidad (biológica y/o espiritual), la seguridad y el servicio, que le permitirá alcanzar la plenitud de su existencia y de su felicidad. Estas son opiniones más de posicionamiento cualitativo que no deben ser escondidas deliberadamente como las minorías de mujeres feministas radicales pretenden hacerlo.

La mujer siempre está presta para recibir, para acoger – sin que esto signifique sumisión - hasta sus órganos biológicos han sido dotados de una gracia circular que guarda relación con la eternidad del amor que yace en ella, pero al mismo tiempo, es fiel guardadora de su identidad, aquella que no se contrapone, discrepa, ni rivaliza con la identidad masculina, puesto que ellas se complementan para constituir juntas la visión real y global de la humanidad, en una perspectiva armoniosa y respetuosa, buscando siempre la afirmación de ambas para su plena realización y para la mejora del mundo, pues solo así podría hablarse de una felicidad común.

En el día de la mujer, debemos hacer un alto, y revisar los años vividos, para así observar cómo se encuentra nuestra identidad y realización como tales, advertir las heridas y frustraciones que podamos tener, para así darles un nuevo giro y afirmar los pasos de nuestro crecimiento sobre pisadas sanas y firmes, pues como mujeres, será nuestra responsabilidad, el hacer comprender al mundo con palabras y acciones concretas, el gran rol confiado en la sociedad, y por ser un derecho toda mujer habrá de empezar cumpliendo sus deberes, como hijas, estudiantes, trabajadoras, madres, esposas, abuelas…., etc.. Sólo así podremos luchar equilibradamente sin pretender dañar a otros, al contrario, lucharemos por una sociedad justa que buscará dar a cada cual lo que le corresponde, sin pretender desconocer derechos que le son propios a otros.

Como mujeres responsables, jamás podemos dejar de reconocer otros derechos, como el derecho a la vida del concebido, el derecho a luchar para que nuestros hijos puedan tener un hogar estable cuya responsabilidad radique en las decisiones que podamos tomar, el derecho a luchar por la igualdad sin pretender desconocer que el hombre y la mujer constituyen una unidad con un principio de diversidad, el derecho a la sexualidad reproductiva entendida no como una manipulación de la libertad que pretende desconocer la paternidad y maternidad responsable y la familia, satisfaciendo el mal llamado libertinaje, sino que al contrario, la afirmen y puedan experimentar un goce y realización interior que refleje la seguridad de toda mujer dentro de sus roles propios de autoestima y valor cuyo desconocimiento no puede ser impuesto por nadie.

En la medida que tengamos conciencia de lo que significa “ser mujer”, descubriremos la inexistencia de conflicto alguno de derechos como muchas corrientes de muerte pretenden hacer creer, sino que, mas bien, el no experimentar la implicitud y dignificación del género femenino cualitativamente, termina por situarnos en un conflicto de intereses frente a derechos claros, esto es, el interés de la mujer de pretender realizar lo que “considera” egoístamente mejor para sí, bajo un criterio errado de indiferencia y de mal entendimiento del verdadero significado de “ser mujer” de toda condición social respetada y amada como tal.

Ser mujer es una gran responsabilidad que nos ha sido confiada en las manos, un don que debemos hacer crecer y que fluirá naturalmente donde quiera que vayamos y estemos; ser mujer es aceptarnos como tales y descubrir la maravilla de su gracia conforme vamos desarrollándonos íntegramente, es signo de vitalidad, fortaleza, consuelo, ternura y esperanza. Es luchar para que en cada espacio de la vida diaria y en las distintas esferas y estructuras sociales, podamos construir una sociedad mejor, con salud integral, con una mayor educación que parte de los hogares cuando los niños son pequeños, con una vida real en el trabajo, con decisiones necesarias y muchas veces que sepan defender posiciones que contrarresten toda la cultura de muerte que día a día pretende penetrar con pensamientos meramente racionalistas, egoístas y autosuficientes y que encarnan algunas feministas radicales.

También ser mujer implica tener valor y no rendirse frente a nada que amenace su identidad, misión y vocación, y ante una caída, ser mujer es levantarse, ponerse de pie y empezar a caminar, sin sometimientos a violencias que vulneren su fin en sí mismas, ya sea, de las diversas maneras como se puedan presentar: físicas, psicológicas, sexuales, laborales, etc. Si estamos en esta línea somos verdaderas feministas, pero no radicales, sino feministas equilibradas, portadoras de amor y de respeto a sí mismas y al prójimo, pues, al sabernos realizadas en nuestra esencia misma, no necesitamos rivalizar ni compararnos con los demás. Sólo así, como mujeres, podremos sentirnos parte de una sociedad y luchar a partir de ella para que perdure, asentando bases firmes en la familia, institución que a la fecha pretende ser destruida, unas veces por desconocimiento al no habernos formado en una familia integral, y otras por terceros intereses con predominio de políticas extranjeras que en vez de dar dignidad solo pretenden manipular y destruir, aprovechando las necesidades coyunturales y la falta de cultura de la gente más humilde de los pueblos, lo que constituye no un servicio sino un servilismo.

Por tal razón, debemos formarnos cada día más, y ayudar a otros a que conozcan la única verdad, para que las que hemos sido llamadas a cumplir tal rol que parte del mismo corazón de Dios, de su propia maternidad, seamos concientes de que el amor de una mujer, específicamente de las madres, es el amor que más se asemeja al amor que viene del mismo corazón de Dios. “Pero, ¿puede una mujer olvidarse del niño que cría, o dejar de querer al hijo de sus entrañas? Pues bien, aunque alguna lo olvidase, ¡Yo nunca me olvidaría de ti! Mira como te tengo grabada en la palma de mis manos. Estoy continuamente revisando tus murallas” (Isaías 49, 15-16).

Darlo todo sin esperar nada a cambio, es imitar también a aquella buena mujer que soportó persecuciones, sufrimientos y malos entendidos con tal de amar a su familia, a su niño y a su esposo. Aquella mujer que en medio de su pobreza miró mas allá y confió en Dios, tocando puertas cuando muchos no le abrían, escapando ante amenazas de muerte para con su hijo, teniendo que aprender a guardarlo todo en su corazón aún sin entender, permaneciendo al lado de su hijo en los momentos más difíciles de su vida, apostando a amar y a vivir mientras el mundo le arrebataba al ser más querido para ella, a su hijo sacrificado y víctima de un conjunto humano lleno de violencia, odios y venganzas que no podía amar porque no conocía el amor verdadero. Esa mujer, es nuestra Madre María, quien gozó día a día la felicidad propia de toda buena mujer que experimenta la belleza de la vida al amar y besar a un pequeño ser desde el seno materno. Por ello, en cada beso, que una mujer da a un niño nacido y aún espiritualmente hablando, a aquel que está por nacer, también se transmite el beso de María dado a Jesús y el gran amor de Dios que fortalece su personalidad, que es portador de todas las gracias que necesitamos, lo cual trae consigo una felicidad que se experimenta y prevalece día a día.

Finalmente, para que quede gravado por siempre, si dejamos que esta verdad cualitativa nos abrace, y nos posicionamos en ella por ser parte esencial de toda mujer, podremos alcanzar nuestra plena realización, la misma que de manera natural logrará y afirmará el respeto tan anhelado por parte del sexo opuesto y el tan mentado reconocimiento de igualdad de oportunidades por el que luchamos sin discriminación alguna. Por eso, ser mujer es vivir cada día y alimentar la vida, ser mujer es ser feliz día a día, en la costa, en la sierra o en la selva, con posicionamientos cualitativos y cuantitativos que no busquen diferenciar, comparar o rivalizar, sino armonizar situaciones, condiciones y hasta vincular zonas geográficas donde siempre habrá una mujer con esperanza de gozar de su dignidad humana y de una óptima calidad de vida.

Ser feliz por siempre, es una decisión que está en tus manos. Gracias a todas las mujeres del Perú y del mundo. 


http://www.sincomponenda.org

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