Durante mis años de formación en la facultad tuve la enorme suerte de coincidir con un profesor que marcó mi vida para siempre. Siempre nos referíamos a él simplemente con el nombre de Dr. Consejo, pues en su aula no había hora lectiva que no contuviera numerosas referencias a la moral y el recto propósito de actuación.
Mis compañeros se reían de que mezclara sus explicaciones académicas con la moral personal que debíamos tener cuando aplicáramos nuestros conocimientos en el campo profesional, una vez terminásemos los estudios y comenzáramos nuestra andadura personal en el mundo laboral. Sin embargo, a mi, lejos de causarme risa, me intrigaba el porqué se preocupaba tanto de aquella faceta de sus alumnos, me preguntaba muchas noches si aquellos mensajes no tendrían realmente un sentido importante para nuestro futuro. Pero no lograba ver más que consejos venidos de un profesor más entrometido de lo habitual.
Finalmente, corriendo el último mes de mi tercer año de estudio, sabía que no volvería a coincidir en sus clases, pues los dos cursos restantes no contenían ninguna especialidad de la que se encargase el Dr. Consejo. Tal vez fue por ello que me permití acercarme con tanta familiaridad, al fin y al cabo tenía controlada su asignatura y sólo un parcial me separaba de aprobarla.
Ni corto ni perezoso, me presenté en una de sus horas de tutoría, las que la gente aprovechaba para reprocharle puntos conflictivos de sus clases o para intentar conseguir subir alguna décima en el último exámen. Llamé aún con la duda de si hacía lo correcto, pero no podía quedarme para siempre con ese interrogante en mi interior.
Su siempre profunda voz, me dio permiso para entrar:
- Adelante. – indicó con suavidad.
Al entrar, me dedicó una afable sonrisa, cuya expresión indicaba que esperaba a otro alumno latoso que buscaba rascar décimas para salvar su asignatura sin tener que volver a presentarse a su exámen.
- Tome asiento, usted dirá -, me dijo con una mirada que indicaba infinita paciencia.
- No vengo a repasar ningún exámen -, dije al ver que echaba mano al montón que tenía a su izquierda sobre la mesa. Quedó congelado, mirándome con súbito interés.
- Vaya, esto sí que es nuevo -, comentó con intriga expresada claramente en su voz.
- Durante dos años he asistido a sus clases, y no ha habido día que no compartiera con nosotros experiencias vividas, ejemplos aprovechables para nuestro día a día, frases que acompañaban estos relatos, y sobretodo reflexiones finales que enlazaban a la perfección en sus clases.
- Sí -, se limitó a decir – ¿y?
- Bueno, simplemente no podía dejar de asistir a sus clases sin saber por qué su empeño en dejar esos mensajes en nosotros.
- Adelante. – indicó con suavidad.
Al entrar, me dedicó una afable sonrisa, cuya expresión indicaba que esperaba a otro alumno latoso que buscaba rascar décimas para salvar su asignatura sin tener que volver a presentarse a su exámen.
- Tome asiento, usted dirá -, me dijo con una mirada que indicaba infinita paciencia.
- No vengo a repasar ningún exámen -, dije al ver que echaba mano al montón que tenía a su izquierda sobre la mesa. Quedó congelado, mirándome con súbito interés.
- Vaya, esto sí que es nuevo -, comentó con intriga expresada claramente en su voz.
- Durante dos años he asistido a sus clases, y no ha habido día que no compartiera con nosotros experiencias vividas, ejemplos aprovechables para nuestro día a día, frases que acompañaban estos relatos, y sobretodo reflexiones finales que enlazaban a la perfección en sus clases.
- Sí -, se limitó a decir – ¿y?
- Bueno, simplemente no podía dejar de asistir a sus clases sin saber por qué su empeño en dejar esos mensajes en nosotros.
Durante unos minutos quedó pensativo, como recordando algo. Finalmente una ligera sonrisa salió a relucir en su rostro, como iluminando su cara.
- Un trabajador, debe ser antes ser humano que profesional. Es decir, un minero es un ser humano, al igual que un ingeniero, un médico o un barrendero. El mero hecho de que estudiéis una carrera no os hace superiores a nadie. ¿Cuántos alumnos brillantes han acabado siendo seres vacíos, como si algo les hubiese arrancado el alma?, privados de sentimientos, de alegría o de cualquier atisbo de felicidad, incluso teniéndolo todo en sus vidas.
- ¿Cómo puede ser eso?, ¡siempre nos enseñaron que alcanzar objetivos, rebasar sueños, conseguir una vida plena el plano familiar, económico y profesional nos iba a dar la felicidad, nos haría personas mejores, nos daría la llave a una vida gozosa! -, le reproché.
- Eso nos venden, como un producto más. Desde pequeños nos enseñan que lo mejor es atesorar bienes, conseguir la esposa más bella, el trabajo más cómodo y donde más se cobre, ser importante, el éxito, ese es el objetivo que nos marcan a fuego en nuestra mente. Sin embargo se desprecia lo que realmente nos va a hacer seres plenos, la llave de una vida gozosa nos la esconden tras muros de consumismo e imágenes de falsa gloria.-, me contestó.
- Un trabajador, debe ser antes ser humano que profesional. Es decir, un minero es un ser humano, al igual que un ingeniero, un médico o un barrendero. El mero hecho de que estudiéis una carrera no os hace superiores a nadie. ¿Cuántos alumnos brillantes han acabado siendo seres vacíos, como si algo les hubiese arrancado el alma?, privados de sentimientos, de alegría o de cualquier atisbo de felicidad, incluso teniéndolo todo en sus vidas.
- ¿Cómo puede ser eso?, ¡siempre nos enseñaron que alcanzar objetivos, rebasar sueños, conseguir una vida plena el plano familiar, económico y profesional nos iba a dar la felicidad, nos haría personas mejores, nos daría la llave a una vida gozosa! -, le reproché.
- Eso nos venden, como un producto más. Desde pequeños nos enseñan que lo mejor es atesorar bienes, conseguir la esposa más bella, el trabajo más cómodo y donde más se cobre, ser importante, el éxito, ese es el objetivo que nos marcan a fuego en nuestra mente. Sin embargo se desprecia lo que realmente nos va a hacer seres plenos, la llave de una vida gozosa nos la esconden tras muros de consumismo e imágenes de falsa gloria.-, me contestó.
Quedé como en shock, algo empezaba a moverse en mi interior, algo que sabía pero no quería admitir.
- La gloria no es ser el mejor a costa de estar encima del resto; no es tener más hasta el punto de causar envidia en nuestros amigos; tampoco es poseer tanto que no sepamos qué hacer con ello. La gloria, la felicidad, la plenitud personal sólo nos llega de una manera, y es aplicando todas y cada una de las cosas que durante tantas horas os dejé ver en mis clases, llevando a tu vida aquello que realmente es importante, teniendo en cuenta la llave.
- ¿Y cuál es esa llave? -, pregunté lleno de curiosidad.
- Tu alma -, contestó dejándome atónito.
- La gloria no es ser el mejor a costa de estar encima del resto; no es tener más hasta el punto de causar envidia en nuestros amigos; tampoco es poseer tanto que no sepamos qué hacer con ello. La gloria, la felicidad, la plenitud personal sólo nos llega de una manera, y es aplicando todas y cada una de las cosas que durante tantas horas os dejé ver en mis clases, llevando a tu vida aquello que realmente es importante, teniendo en cuenta la llave.
- ¿Y cuál es esa llave? -, pregunté lleno de curiosidad.
- Tu alma -, contestó dejándome atónito.
- Sé que hoy en día la mayoría tan siquiera cree en ella, pero piensa un momento, ¿qué seríamos si no tuviéramos alma?, ¿serías diferente de un árbol o de una piedra?, ¿tendrías más derechos que el viento o el humo simplemente por tener una composición química un poco más compleja? – no supe qué contestar, aquello me llevaría tiempo de reflexión…, viendo mi cara continuó.
- El alma es como agua en un recipiente, es transparente, ¿verdad?
- Sí -, conseguí responder.
- Cada vez que damos un mal paso, que hacemos algo que sabemos como no correcto, que nuestras acciones se ven movidas por razones que corrompen nuestra buena conducta manchamos esa claridad. Imagina que cada vez que realizas algo que sabes que está mal es como si echases una gota de tinta oscura en ese agua tan clara. ¿Qué pasaría?
- Acabaría turbia.
- Efectivamente. Hasta el punto de no lograr ver si en ella hay algo más que simple agua. ¿Y a que cuando haces algo mal, algo te corroe por dentro, algo te dice que no deberías haberlo hecho?
- Como a todos, imagino. -, respondí.
- Como a todos, efectivamente -, me dijo. Y prosiguió, – ¿adivinas quién te está indicando que se siente mal en ese recipiente, que algo no va bien?
- ¿Yo? -, dije.
- Efectivamente, tú lo sabes, pero contigo hay alguien más…
- El alma es como agua en un recipiente, es transparente, ¿verdad?
- Sí -, conseguí responder.
- Cada vez que damos un mal paso, que hacemos algo que sabemos como no correcto, que nuestras acciones se ven movidas por razones que corrompen nuestra buena conducta manchamos esa claridad. Imagina que cada vez que realizas algo que sabes que está mal es como si echases una gota de tinta oscura en ese agua tan clara. ¿Qué pasaría?
- Acabaría turbia.
- Efectivamente. Hasta el punto de no lograr ver si en ella hay algo más que simple agua. ¿Y a que cuando haces algo mal, algo te corroe por dentro, algo te dice que no deberías haberlo hecho?
- Como a todos, imagino. -, respondí.
- Como a todos, efectivamente -, me dijo. Y prosiguió, – ¿adivinas quién te está indicando que se siente mal en ese recipiente, que algo no va bien?
- ¿Yo? -, dije.
- Efectivamente, tú lo sabes, pero contigo hay alguien más…
Entonces entendí. Terminó diciéndome que pensara en aquello, que intentase filtrar mis actos y mejorar en mi día a día para lograr aclarar mi alma, entonces lo encontraría.
Terminamos abrazados, yo agradeciéndole sus palabras, y él, agradeciéndome que lo hubiese preguntado. Hoy soy cura en una pequeña parroquia de Méjico y nunca podré agradecer lo suficiente al Dr. Consejo sus sabias palabras.
Terminamos abrazados, yo agradeciéndole sus palabras, y él, agradeciéndome que lo hubiese preguntado. Hoy soy cura en una pequeña parroquia de Méjico y nunca podré agradecer lo suficiente al Dr. Consejo sus sabias palabras.
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