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viernes, 31 de enero de 2014

Joven sacerdote conmueve redes sociales con carta que dirigió al Papa Francisco antes de morir

P. Fabrizio de Michino +
P. Fabrizio de Michino +
ROMA,  (ACI/EWTN Noticias).- Un joven sacerdote conmueve en estos días a las redes sociales con la carta que dirigió al Papa Francisco antes de morir el pasado 1 de enero, solemnidad de María Madre de Dios, a causa de un tumor que hizo metástasis en el hígado y en el bazo. Quienes lo conocen afirma que el presbítero enfrentó siempre con alegría el sufrimiento, que ofrecía siempre por la Iglesia y el Santo Padre.
Según informa Aleteia, el Padre Fabrizio de Michino nació en Nápoles el 8 de septiembre de 1982. Casi tres mil personas se reunieron en Ponticelli para despedirlo en la Basílica de Nuestra Señora de la Nieve, donde era vice-párroco a sus 31 años.
El sacerdote falleció en su casa en donde siempre se le vio con “una sonrisa y una palabra de consuelo para los parientes y amigos que estuvieron a su lado hasta el último suspiro”.
A continuación la carta del fallecido sacerdote publicada en español por Aleteia:
“A Su Santidad el Papa Francisco
Santo Padre,
En las oraciones diarias que dirijo a Dios, no dejo de rezar por usted y por el ministerio que el Señor mismo Le ha confiado, para que pueda darle siempre fuerza y alegría para continuar anunciando la bella noticia del Evangelio.
Me llamo Fabricio De Michino y soy un sacerdote joven de la diócesis de Nápoles. Tengo 31 años y hace cinco que soy sacerdote. Desarrollo mi servicio en el Seminario Arzobispal de Nápoles como educados del grupo de diáconos, y en una parroquia en Ponticelli, que se encuentra en la periferia de Nápoles. La parroquia, recordando el milagro sucedido en la colina Esquilino, recibe el nombre de la Señora de las Nieves y en 2014 celebrará el primer centenario de la Coronación de la estatua de madera del 1500, muy querida para todos sus habitantes.
Ponticelli es un barrio degradado por su pobreza y alta criminalidad, pero cada día descubro verdaderamente la belleza de ver lo que el Señor realiza en estas personas que se fían de Dios y de la Virgen.
También yo, desde que estoy en esta parroquia he podido ampliar cada vez más mi amor confiado hacia la Madre Celeste, experimentando también en las dificultades, su cercanía y protección. Por desgracia, hace tres años que me encuentro peleando contra una enfermedad rara: un tumor justo en el interior del corazón y desde hace algún mes, con metástasis en el hígado y en el bazo. En estos años nada fáciles, sin embargo, nunca he perdido la alegría de ser anunciador del Evangelio. También en el cansancio percibo, verdaderamente, esta fuerza que no viene de mí sino de Dios que me permite desarrollar con sencillez mi ministerio. Hay una cita bíblica que me está acompañando y me infunde confianza en la fuerza del Señor, es la de Ezequiel: “Os daré un corazón nuevo, meteré dentro de vosotros un Espíritu nuevo, arrancaré de vosotros el corazón de piedra y os daré un corazón de carne” (Ez 36, 26).
En este tiempo ha sido muy cercana la presencia de mi obispo, el card. Crescenzio Sepe, que me apoya contantemente, aunque a veces me dice que descanse para no cansarme demasiado.
Agradezco a Dios también por mis familiares y mis amigos sacerdotes que me ayudan y sostienen sobre todo cuando hago las distintas terapias, compartiendo conmigo los diversos momentos de inevitable sufrimiento. También mis médicos me apoyan muchísimo y hacen lo imposible para encontrar los tratamientos adecuados para mí.
Santo Padre,
Me estoy alargando demasiado, pero solo quiero decirle que ofrezco al Señor todo esto por el bien de la Iglesia y por Usted de un modo especial, para que el Señor le bendiga siempre y le acompañe en este ministerio de servicio y amor.
Le ruego que me añada a sus oraciones: lo que le pido todos los días al Señor es hacer su voluntad, siempre y en todas partes. A menudo, es verdad, no le pido a Dios mi curación, sino la fuerza y la alegría de continuar siendo un testimonio verdadero de su amor y un sacerdote según su corazón.
Seguro de sus paternales oraciones, le saludo devotamente.
Don Fabrizio De Michino”.

15 consejos finales del Padre Loring para jóvenes sacerdotes




El pasado 25 de enero se celebró una Eucaristía en sufragio por el alma del padre Jorge Loring, SJ. Se celebró en la Iglesia Santiago Apóstol de la ciudad de Cádiz (España), al cumplirse un mes de su fallecimiento.

El padre José Antonio Medina Pellegrini, presidió la celebración y comentó en la homilía las 15 normas que han orientado la vida sacerdotal del Padre Loring, y que así las dio a conocer al cumplir los 90 años titulándolas: “Consejos a un joven sacerdote`.

Transcribimos la homilía íntegra:

«Queridos hermanos: hace un mes, en el día de Navidad, partía hacia la casa del Padre Celestial, nuestro querido padre Jorge Loring. Por eso esta Misa a un mes de su partida, y es nuestro deseo y nuestra ilusión -por lo menos hasta que se cumple un año-, cada 25 encontrarnos en torno al altar para elevar nuestra oración, nuestra plegaria por él.

»Y esto es, estrictamente, un acto de justicia, y por supuesto, un acto de caridad, porque es la manera de decirle gracias por tanto bien que le ha hecho a este pueblo, a esta ciudad, y a tantos hermanos que en distintos lugares del mundo, a través de sus libros y de su presencia, les llegó el mensaje de Jesucristo.
La Escritura nos dice que hay una oración que agrada especialmente a Dios, que toca lo más profundo de su corazón, y es la oración por nuestros difuntos. Porque encierra esto que venimos diciendo, la gratitud, el reconocimiento, la justicia y también manifiesta la esperanza certera de que con la muerte nada termina, sino que con la muerte empieza esa vida futura, mejor y más justa, “que Dios ha preparado para aquellos que le aman” (Cf. 1 Cor 32,9).

»Pensaba, rezaba, ¿qué compartirles en esta Misa al mes de la partida del padre Loring? Y pensé, y recé, ¿qué mejor que reseñar cuál fue la clave de su sacerdocio, de esta fidelidad de casi 60 años de vida sacerdotal?

»Buscando entre sus escritos encontré un texto maravilloso. Un texto que escribió cuando cumplió 90 años, pensando en los sacerdotes jóvenes, y que él tituló: “Consejos a un joven sacerdote”. 

»Son 15 y los voy a leer literalmente. Yo les pido que los vayan escuchando, y al escucharlos, vayamos haciendo un retrato de su alma sacerdotal. Porque, en definitiva, lo que aquí aconsejaba a un joven sacerdote, es un proyecto ya vivido por él de entrega y fidelidad a Nuestro Señor. Y nos vamos a encontrar con esa pluma decidida, vehemente, fundamentada en la certeza. Él tuvo muy claro que “era un hombre sacado de entre los hombres para las cosas que miran a Dios” (Cf. Heb 5,11). Escuchamos al padre Loring.


»Al cumplir los noventa años deseo informarte, joven sacerdote, de algunas normas que han orientado mi vida:

1.- Me ordené a los 33 años, he cumplido los 90 y no me he arrepentido ni un minuto. Elegí bien. Si volviera a nacer elegiría lo mismo. 

2.- Valora tu vocación. El sacerdote es el mayor bienhechor de la humanidad, pues sólo él puede dar la vida eterna.

3.- La autoestima es razonable; pero la vanidad, no. Ignorar los dones recibidos de Dios es ingratitud; pero envanecerse de ellos es ridículo, pues Dios pudo habérselos dado a otro y no a ti. Ya dijo San Pablo: ¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si los has recibido, ¿de qué te engríes?

4.- Procura tener una buena cultura, sobre todo en las materias afines al sacerdocio. Pero no olvides que la virtud es más importante que la cultura. El Cura de Ars, con poca cultura, ha salvado más almas que muchos sacerdotes muy cultos.

5.- El tiempo es para evangelizar, estudiar y orar. Nada más. Descansar sólo lo indispensable.

6.- Cuida tu salud para estar apto a las exigencias de la evangelización.

7.- Cuida tu imagen; no por vanidad mundana, sino para ayudar a que reciban tu mensaje. Si resultas repelente, el rechazo a tu persona arrastrará el rechazo a tu mensaje.

8.- Es posible que alguna mujer se enamore de ti. Recházala con caridad, pero con firmeza. No te creas invencible. Todos podemos perder la cabeza. No serías el primero ni el último. Sé humilde y toma precauciones. 

9.- La codicia es peor que la lujuria. El dinero hace falta para evangelizar. Muchos instrumentos de evangelización cuestan dinero. Pero el apego al dinero puede apartarnos de Dios. 

10.- Sé fiel al MAGISTERIO OFICIAL DE LA IGLESIA. Debemos dejarnos conducir por quien Dios ha puesto al timón de la Iglesia, y no por las opiniones de un marinero de cubierta.

11.- Debemos procurar ser “otros Cristos” en la tierra: pasar haciendo el bien. Que todo el que se acerque a nosotros se aleje mejorado espiritualmente.

12.- Y por supuesto, atiende a todos siempre con buena cara. Que nunca nadie pueda considerar que no lo has atendido bien.

13.- Cuida mucho los juicios que emites de otros. Alguna persona se apartó de la Iglesia por lo que dijo de ella un sacerdote. Hay que combatir el error, pero sin despreciar a la persona equivocada. 

14.- Si te equivocas, reconócelo; y pide perdón si alguien se ha sentido herido por tu culpa.La soberbia en un sacerdote es funesta. La humildad resulta atractiva. 
15.- Que se te vea piadoso. Trata a la Eucaristía con todo respeto y devoción. El P. Ángel Peña, agustino recoleto, tiene un bonito libro titulado SACERDOTE PARA SIEMPRE, que termina con este consejo: ‘Sacerdote, celebra tu misa, como si fuera tu primera misa, como si fuera tu última misa, como si fuera tu única misa’.

»¿Hace falta decir algo más? Aquí está el alma de un santo sacerdote. Aquí está reflejada, en pinceladas muy concretas, la vivencia –como nos decía nuestro Obispo en la Misa Funeral del padre Loring, y lo reafirma su autoridad-, de un hombre de Dios. Ésta es la clave de la santidad sacerdotal. Y por eso, ese punto uno, ya no teniéndolo físicamente entre nosotros se convierte en un ejemplo infinito y admirable: “Me ordené a los 33 años, he cumplido los 90 y no me he arrepentido ni un minuto. Elegí bien. Si volviera a nacer elegiría lo mismo”.

»Y hoy pensaba, voy a leer esto, pero… ¿cómo termino la homilía? He estado todo el día con las Carmelitas Descalzas dándoles un curso de formación y cuando me retiro la Madre Superiora me regala la estampa de recuerdo del padre Loring de sus 50 años como sacerdote (y aquí está el broche de oro de la homilía). Miren lo que le dijo a Jesús en esa Misa por sus 50 años el 15 de julio de 2004: “Jesucristo me ha ungido sacerdote para repartir Su Cuerpo, Su Palabra y Su Perdón”.

»Entonces en esta Eucaristía le decimos: ¡Gracias padre Jorge Loring, por todo lo que nos has enseñado, por todo lo que nos diste! Que ahora junto al Padre el Señor te dé el descanso eterno y que brille para ti la luz que no tiene fin. Que así sea»

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